El decimoquinto disco del cantante, guitarrista y compositor José Luis Figuereo «El Barrio» (Cádiz, 1.970), «El Danzar de las Mariposas», es según sus propias palabras, «el más autobiográfico de mi carrera». Un trabajo en el que el artista del barrio de Santa María, de ahí su apelativo artístico, vuelve a recoger historias gaditanas de ayer y de hoy con su inconfundible sello, esa lírica personal «por y para el pueblo» con la que de manera aflamencada disecciona la realidad.

—¿Qué novedades incluye este nuevo trabajo?

—La principal es que es un disco muy autobiográfico. Por ejemplo, el primer single tiene mucha positividad, tratando temas como la dejadez del amor cuando se hace longevo, el maltrato, la homosexualidad o los complejos, como es el de gordura. Musicalmente tiene un ritmo muy de Cádiz, muy de playa, con tonos turquesas, muy de verano. Y el resto del disco también es así, con muchos pasajes personales, tanto buenos como malos, que he tenido que ir afrontando a través de los años.

—El disco está lleno de episodios autobiográficos, no todos positivos…

—Sí, incluyo por ejemplo el de mi pubertad, que fue un poco loquilla. Con 17 años ya se sabe: te enamoras de la noche, de la luna y de todo lo que trae el ser joven, sin tener cabeza para afrontar las cosas… Hasta que vino un tesoro al mundo. Y aunque no estaba preparado para ello y compaginaba la pubertad con la locura, recuperé mi centro y pude llevar a cabo todo lo que me traía entre manos.

—¿Qué estilos contiene el disco?

—De flamenco incluyo dos bulerías, una bulería como tal y la otra «acuplesada», con su historia contada. También hay unos tangos muy de «Graná». Y recupero «Agua fresca», una composición del maestro Luis de Córdoba. Pero yo no soy cantaor, que quede claro, soy cantante. Soy ortodoxo cuando quiero serlo y cuando me gusta escuchar a otras personas, pero me considero más de fusión.

—El Barrio ostenta el honor de ser el artista que más veces ha actuado y llenado (18) el Wizink Center de Madrid. ¿No le da eso cierto vértigo?

—El miedo escénico siempre está ahí. Lo que pasa es que es mucho peor la frase «el que espera, desespera» que el miedo escénico. Una vez que estás en los camerinos lo que intentas es salir, cantar, expresarte, tomar las riendas del concierto y llevarlo a tu terreno.

—Hábleme de ese sombrero tan característico suyo.

—Me lo impusieron en mi antigua casa de discos, en la que también estaba Romero San Juan, que también llevaba sombrero aunque con una mata de romero en el lazo. En mi caso, al principio estaba incómodo porque no estaba acostumbrado, pero después me di cuenta de que me camuflaba, aunque ya cada vez menos, y de que era un interruptor para pasar de la persona al personaje.